Día 5 | Semana Santa 2025
JESÚS, HOMBRE DE DOLORES
Mateo 26:17-75
Preparación de la Pascua
17 El primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura, se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?». 18 Y Él respondió: «Vayan a la ciudad, a cierto hombre, y díganle: “El Maestro dice: ‘Mi tiempo está cerca; quiero celebrar la Pascua en tu casa con Mis discípulos’ ” ». 19 Entonces los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
20 Al atardecer, estaba Jesús sentado a la mesa con los doce discípulos. 21 Y mientras comían, dijo: «En verdad les digo que uno de ustedes me entregará». 22 Ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decir uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». 23 Él respondió: «El que metió la mano al mismo tiempo que Yo en el plato, ese me entregará. 24 El Hijo del Hombre se va, según está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido». 25 Judas, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Acaso soy yo, Rabí?». «Tú lo has dicho», le contestó Jesús.
26 Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: «Tomen, coman; esto es Mi cuerpo». 27 Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: «Beban todos de ella; 28 porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. 29 Les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de Mi Padre».
30 Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos.
Jesús predice la negación de Pedro
31 Entonces Jesús les dijo*: «Esta noche todos ustedes se apartarán por causa de Mí, pues escrito está: “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño se dispersarán”. 32 Pero después de que Yo haya resucitado, iré delante de ustedes a Galilea». 33Pedro le respondió: «Aunque todos se aparten por causa de Ti, yo nunca me apartaré». 34 Jesús le dijo: «En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces». 35 Pedro le dijo*: «Aunque tenga que morir junto a Ti, jamás te negaré». Todos los discípulos dijeron también lo mismo.
Jesús en Getsemaní
36 Entonces Jesús llegó* con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo* a Sus discípulos: «Siéntense aquí mientras Yo voy allá y oro». 37 Y tomando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38 Entonces les dijo*: «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quédense aquí y velen junto a Mí».
39 Y adelantándose un poco, cayó sobre Su rostro, orando y diciendo: «Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras». 40 Entonces vino* Jesús a los discípulos y los halló* durmiendo, y dijo* a Pedro: «¿Conque no pudieron velar una hora junto a Mí? 41 Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
42 Apartándose de nuevo, oró por segunda vez, diciendo: «Padre Mío, si esta copa no puede pasar sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad». 43 Vino otra vez Jesús y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño. 44 Dejándolos de nuevo, se fue y oró por tercera vez, y dijo otra vez las mismas palabras. 45 Entonces vino* a los discípulos y les dijo*: «¿Todavía están durmiendo y descansando? Vean, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 ¡Levántense! ¡Vamos! Miren, está cerca el que me entrega».
Traición y Arresto de Jesús
47 Mientras Jesús estaba todavía hablando, Judas, uno de los doce, llegó acompañado de una gran multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 El que lo entregaba les había dado una señal, diciendo: «Al que yo bese, Él es; lo pueden prender». 49 Enseguida se acercó a Jesús y dijo: «¡Salve, Rabí!». Y lo besó. 50 «Amigo, haz lo que viniste a hacer», le dijo Jesús. Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y lo arrestaron.
51 Y uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo*: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán. 53 ¿O piensas que no puedo rogar a Mi Padre, y Él pondría a Mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles? 54 Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que así debe suceder?».
55 En aquel momento Jesús dijo a la muchedumbre: «¿Cómo contra un ladrón han salido con espadas y palos para asegurarse que me arrestaban? Cada día me sentaba en el templo para enseñar, y no me prendieron. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas». Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Jesús ante el concilio
57 Los que prendieron a Jesús lo llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Pedro fue siguiendo de lejos a Jesús hasta el patio del sumo sacerdote, y entrando, se sentó con los guardias para ver el fin de todo aquello.
59 Y los principales sacerdotes y todo el Concilio procuraban obtener falso testimonio contra Él, con el fin de dar muerte a Jesús, 60 y no lo hallaron a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Pero más tarde se presentaron dos, 61 que dijeron: «Este declaró: “Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reedificarlo” ».
62 Entonces el sumo sacerdote, levantándose, le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra Ti?». 63 Pero Jesús se quedó callado. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te ordeno por el Dios viviente que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». 64 Jesús le contestó*: «Tú mismo lo has dicho; sin embargo, a ustedes les digo que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo».
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Ahora mismo ustedes han oído la blasfemia. 66 ¿Qué les parece?». «¡Él es digno de muerte!», le contestaron. 67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban, 68 y le decían: «Adivina, Cristo, ¿quién es el que te ha golpeado?».
La negación de Pedro
69 Pedro estaba sentado afuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: «Tú también estabas con Jesús el galileo». 70 Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: «No sé de qué hablas».
71 Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo* a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno». 72 Y otra vez él lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!».
73 Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre». 74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: «¡Yo no conozco al hombre!». Y al instante un gallo cantó. 75 Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.
DEVOCIONAL:
El sufrimiento es universal, pero nuestras experiencias se sienten intensamente personales. Nadie excepto yo ha caminado en mis zapatos. Nadie excepto tú ha caminado en los tuyos. Pero Jesús—Hombre de Dolores—ha caminado en todos nuestros zapatos.
Nuestros dolores pueden tomarnos por sorpresa, pero Jesús sabía lo que se le iba a hacer a él mucho antes que dejara la gloria del cielo por la dura realidad de la humanidad: “Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó.” (Isaías 53:3 NTV).
Estas no eran simplemente personas desconocidas y paganas que nunca habían oído hablar de Dios o experimentado Sus milagros y fidelidad. No, estas eran las personas que Dios apartó como suyas. Maliciosamente lo consideraron vil, lo traicionaron y despreciaron a Jesús.
Las predicciones de Isaías se desenrollan en Mateo 26:17-75. Jesús sabe que su “tiempo ha llegado” (v. 18). Mientras sus enemigos conspiraban en la oscuridad y con odio, la traición ya profetizada dentro de su círculo íntimo de seguidores aumentó aún más su angustia, el tormento y la brutal aflicción.
Jesús sabe que su cuerpo será quebrantado y su sangre derramada por el perdón de mis pecados y los tuyos, y comienza a vivir lo inconcebible. Él es:
• Traicionado por sus amigos más cercanos en el momento en que su alma afligida y turbada más necesitaba desesperadamente que oraran con él (v. 37-45);
• “Entregado en manos de pecadores” (v. 45);
• Tratado como un criminal (v. 47, 55);
• Besado en la mejilla mientras le clavaban un cuchillo por la espalda (v. 48-49);
• Violentamente acosado (v. 50);
• Abandonado por los mismos amigos cercanos que juraron su lealtad eterna (v. 35, 56);
• Odiado por líderes religiosos que habían sido consagrados y ungidos para guardar los caminos de Dios para Su venida (v. 57-59);
• Falsamente acusado (v. 59-60);
• Buscado para matarlo (v. 66);
• Escupido, golpeado, burlado y ridiculizado (v. 67-68);
• Desconocido y negado por su seguidor más apasionado (v. 69-74).
Jesús realmente nos entiende.
Conocer a Jesús como Hombre de Dolores es conocer a Jesús como alguien que entiende y se identifica con cada uno de nuestros dolores de manera personal, profunda y de forma amplificada. Es conocer la compasión de Jesús como alguien que ha sentido lo que sentimos y “sufre con” nosotros (ver Hebreos 4:15). Es conocer a aquel que muy pronto convertirá nuestros dolores en gozo y júbilo (ver Juan 20-22).
¿De qué manera tú y Jesús han sufrido dolores, sufrimientos o angustias similares? ¿Cómo puedes encontrar consuelo, fuerza y esperanza en Jesús como Hombre de Dolores, ya sea para ti mismo o para alguien que conoces?